martes, 3 de abril de 2012

Las unidades de la prosa, según Samperio


“La unidades breves de la prosa”
por Guillermo Samperio




a Paqui Noguerol y Lauro Zavala

La unidad significativa mínima del poema es el verso. Esta verdad es demasiado obvia y así se explica en los salones. Pero si preguntamos por la unidad significante mínima de la prosa, la cuestión cambia. Sé muy bien que algunos pro...fesores se apresurarán a decir que la frase, o la oración, serían la respuesta. Y no estarían tan equivocados, pues en las clases de literatura se las considera la unidad significante mínima. Decir verso implica reconocer ritmo, acentuación, imagen, significado, pero decir oración sólo nos refiere al significado y posiblemente a una acción; además, frases y oraciones se encuentran también en las prosas filosóficas o historiográficas, disciplinas en las que sería difícil encontrar un verso como base de su expresión. El verso indica de inmediato una filiación literaria y pertenencia a un género. Pero al decir frase u oración no hay un inmediato vínculo literario, pues son unidad de una diversidad de discursos en prosa.
      Hace poco me pregunté si no habría otra forma de unidad mínima de la prosa y, dando un curso, me topé con la idea de que había que buscar dentro de la literatura misma. Como el curso trataba sobre formas de lo breve en prosa, inicié con dos autores de lo brevísimo: el español Ramón Gómez de la Serna y el argentino Antonio Porchia. El primero funda el género de la greguería que el mismo Gómez de la Serna define como metáfora más humor, por ejemplo “El poeta miraba tanto al cielo que le salió una nube en un ojo”. Al utilizar la metáfora como base, la greguería es visual y, a veces, escenificadora y hasta dramatúrgica, como en este caso: “Un náufrago sale convertido en un mendigo al que le regalaron un traje que le viene grande”.
     Porchia trabaja lo que podría denominarse microaforismo: “Mi pesadez viene de los precipicios”, o “ Lo muy poco sólo se salva en lo muy poco”; es un formato que colinda con la poesía, como el de Gómez de la Serna, pero que tiende hacia el pensamiento, a diferencia del español que se inclina hacia lo visual. El humor de Gómez de la Serna es salamero, satírico, y el de Porchia, un poco en la milonga, es seco, sarcástico.
Es cierto que la greguería y el microaforismo dicen lo mucho con lo poco, pero también contienen en verdad elementos de la prosa literaria: punto de vista (“El día en que la luna se compre un automóvil, la noche será mucho más breve”, Serna) (con visión de lo absurdo), descripción (“La ardilla limpia con el plumero de su cola el sitio donde se sienta”, Serna), introspección (“Si nada se fuera durante la vida, se nos iría la vida sin nada”, Porchia), atmósfera (“El mundo parece ser una masa de receptáculos vacíos, devorándose a sí misma, para llenarse de receptáculos vacíos”, Porchia, ambiente depresivo). En este sentido, la greguería y el microaforismo vendrían siendo las unidades de significado mínimas de la prosa literaria y no la oración ni la frase, como el sentido común lo ha venido señalando.
     Inclusive, cada una atiende una región de la prosa literaria. Ascendiendo, el género breve colindante con la greguería es la ficción breve, o el llamado microcuento, y la prosa poética, y el siguiente es el cuento. La especie breve colindante en ascenso con el microaforismo es el aforismo propiamente dicho y el poema en prosa; luego el epigrama y después el ensayo literario. Y ambos suben hacia la novela, donde se enlazan las características de la greguería y el microaforimo.
     Si esto fuera cierto, las unidades mínimas de significación de la prosa literaria serían bases potentes, pues las sustentan dos maestros de la lengua castellana, pero además incluye una ética: el microaforismo y la greguería van a representar a la prosa literaria de excelencia, me refiero a la de Alfonso Reyes y Borges, Onetti y Revueltas, José Gorostiza y Julio Cortázar, por mencionar a algunos de los mayores en lengua castellana. Si las bases son potentes, los edificios deben mantenerse mirando al cielo.




Guillermo Samperio
Cuentista, novelista, ensayista, antologador y promotor cultural, el maestro Guillermo Samperio (México DF, 1948) es un punto de referencia para el estudio de la narrativa mexicana de entre milenios.Entre las muchas distinciones a las que se ha hecho acreedor, destacan los premios Casa de las Américas 1977, en la rama de cuento por el libro Miedo ambiente, y Nacional de Periodismo Literario al Mejor Libro de Cuentos por Cuaderno Imaginario (Ed. Diana, 1991), y el reconocimiento que, por sus 25 años de escritor, le rindieron en el palacio de Bellas Artes las instituciones educativas y culturales más importantes de México (UNAM, IPN, CONACULTA e INBA).Con más de una veintena de libros publicados, entre los que pertenecen a su obra cuentística sobresalen Gente de la Ciudad (FCE, 1985 y con varias reediciones), Cualquier día sábado, INBA/Editorial Nueva Imagen, 1974/1994, y Cuando el tacto toma la palabra, Cuentos 1974-1994, FCE, 1999. Guillermo Samperio ha sido también Director de Literatura del INBA y Director de Difusión Cultural de la Universidad de las Américas y del IPN, conferencista y maestro de varias universidades nacionales y extranjeras.




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